viernes, 10 de diciembre de 2010

PREHISTORIA

¿Qué es la prehistoria?




Las dos grandes divisiones que engloban el pasado de la vida humana son la Prehistoria y la Historia. La Prehistoria cubre aproximadamente 3.5 millones de años del pasado de la humanidad. Esta enorme etapa abarca el desarrollo de los primeras sociedades humanas, desde la aparición de los primeros homínidos (hace 4 millones de años) hasta la invención y difusión de la escritura (hacia el año 3 500 a. de N. E.). A su vez, la Prehistoria se divide en dos grandes edades o periodos: Paleolítico y Neolítico, con un periodo intermedio de transición llamado Mesolítico.

La historia dura mucho menos que la Prehistoria. Se inicia con el invento de la escritura (3500 a. de N.E.) y llega hasta la actualidad. También tiene divisiones temporales, que son: Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea.


¿Cómo se estudia la prehistoria?




El estudio formal de la prehistoria comenzó en el siglo XIX en Francia, Inglaterra y Bélgica, con el análisis de la edad de las rocas y su relación con fósiles humanos y utensilios antiguos que se encontraron cerca de estos restos.

Los paleontólogos se ocupan más directamente de la prehistoria. Estos científicos estudian los fósiles de los animales y de los primeros seres humanos. Los fósiles humanos tienen mucha importancia porque a los científicos les interesa la relación del ser humano con otros primates. Hay semejanzas y diferencias entre el cráneo y los huesos de diversas especies, y cuantos más restos fósiles se encuentran, más se complican las conexiones entre ellas. Los primeros seres humanos también dejaron otros indicios de su existencia y de su forma de vida: los objetos que fabricaron y emplearon, es decir, los útiles, las viviendas y el arte.

El estudio de los materiales que dejaron los seres humanos se denomina arqueología, la ciencia que más explicaciones puede darnos sobre el pasado prehistórico de la humanidad. La arqueología sirve para examinar cualquier período del pasado humano del que hayan quedado restos materiales.
Otra disciplina que sirve para la prehistoria es la antropología. Según algunos antropólogos, se puede aprender mucho sobre los hombres y mujeres de la antigüedad observando a los pueblos que en nuestros días siguen viviendo en circunstancias similares a las de las épocas prehistóricas. Sin embargo, no se puede concluir que la vida actual de estos grupos humanos sea igual a la de los seres humanos en la prehistoria.



Los geólogos, por su parte, se dedican el estudio de la forma de la Tierra, de las rocas, del suelo, de los minerales, etcétera; pero también pueden explicar detalles muy importantes sobre el pasado humano, como los cambios climáticos, la antigüedad de ciertos niveles de roca y, por consiguiente, la edad de los objetos incrustados en ellos.

Durante muchos años, el único método fiable para ubicar históricamente los restos del pasado consistió en observar detalladamente dónde y cómo se habían descubierto dichos restos. En la mayoría de los casos se fechaba partiendo de la suposición de que los objetos encontrados en la Tierra podían ordenarse en secuencias según los niveles en los que se hallaban. Los situados en los niveles superiores debían ser posteriores a los de los niveles inferiores. Algunas veces, cuando se encontraba un objeto que podía fecharse con seguridad (una moneda, por ejemplo), también podían establecerse fechas absolutas aproximadas en la serie de secuencias así extraídas.

Éste constituyó durante mucho tiempo el método más importante para estudiar el pasado remoto, pero era un mérodo muy complicado porque había que contrastar miles y miles de hallazgos para ordenar las pruebas de tal modo que cada una de ellas encajara. Sin embargo, en los últimos años la situación ha empezado a cambiar gracias a nuevos métodos de análisis . Uno muy importante es el de la datación por medio de la radioactividad. La forma más extendida se llama datación por el radiocarbono.


¿Cuándo y dónde se desarrolla la prehistoria?




La prehistoria empezó en África. En comparación con otras partes del mundo, la prehistoria terminó relativamente temprano en algunas regiones de África (como Egipto, donde la escritura jeroglífica apareció alrededor del 3000 a. de N. E.) pero en otras zonas aún prevalecen sociedades que viven en un estado prehistórico.

La aparición del ser humano prehistórico en Asia y en Europa tuvo lugar hace unos 2.5 millones de años y 700 mil años en el hemisferio sur, mientras que en las regiones del norte, que eran más frías e inhóspitas, tardaron en poblarse. En estos continentes, la aparición de la escritura, que marca el fin de la prehistoria, varió: tan temprano como 3300 a. de N.E. en Mesopotamia y en el Valle del Indo; en China y en el Egeo la escritura apareció en el segundo milenio a. de N. E.; en Italia alrededor del año 800 a. de N. E.; y después del año 1000 d. de N. E. en las regiones del norte de Europa.



Se cree que los primeros hombres llegaron a América hace 60 mil años. En este continente, el final de la prehistoria se ha relacionado con las exploraciones europeas (en Norteamérica por los vikingos alrededor del año 1000 de N. E. y en México y sudamérica a partir del siglo XV) o bien a partir de la emergencia de culturas complejas en el área de Mesoamérica, hacia el año 1000a.deN.E.

En Australia se encontraron restos de seres humanos de hace 50 mil años. Parece que la Polinesia comenzó a poblarse en los primeros siglos de Nuestra Era y Nueva Zelanda hasta el año 800 d. de N. E. Las exploraciones europeas de los siglos XVII y XVIII pusieron fin a la prehistoria en esta zona del planeta.
Lo anterior muestra la diferencia cronológica de la prehistoria de un continente a otro o incluso en el mismo continente. Las civilizaciones florecieron en distintos medios naturales, que condicionaron su forma de vida y su expansión cultural. Esto nos explica la complejidad del término prehistoria. Para evitar confusiones, tal vez sería mejor hablar de varias prehistorias.
A pesar de las limitaciones, es posible establecer en un esquema general las etapas básicas del desarrollo de las sociedades prehistóricas: Para los cazadores-recolectores, la talla de utensilios arcáicos vino primero, después el dominio del fuego, luego la aparición de las primeras esculturas, y finalmente apareció la expresión artística hace 30 mil años.

Después, durante la revolución Neolítica, la humanidad logró la producción de alimentos con la domesticación de plantas y animales. Luego vino la especialización de los individuos, la emergencia de unidades sociales, el ascenso al poder de una clase política en comunidades organizadas y finalmente la creación de un esquema urbano y la invención de la escritura. Este proceso comenzó en Sumeria en el año 4000 a. de N. E.; en el Valle del Indo en el año 3 000; en China y el Egeo en el año 2 000 y en México en el primer milenio a. de N. E.

La era de las glaciaciones



Las glaciaciones fueron un conjunto de fases frías (glaciares) entre las que se intercalaban otras más cálidas (interglaciares) que se dieron sobre todo en las zonas del norte del planeta, aunque también afectaron el resto del mundo. Entre los períodos interglaciares las temperaturas bajaban muchísimo, disminuían las lluvias y enormes masas de hielo, a veces de espesor que superaba los mil metros, cubrían grandes extensiones de la Tierra. En Europa, los avances glaciares llegaron a cubrir la mitad del continente.

Los ancestros del ser humano pudieron adaptarse a los cambios climáticos que trajeron las glaciaciones, tanto en las praderas africanas como en los bosques del Asia oriental, en las tundra y bosque de Europa o en las valles americanos. Este entorno en transformación imponía diversas formas de adaptación, según las distintas áreas ocupadas. La clave del éxito de la especie humana radicó en que, mediante su inteligencia, supo crear una tecnología adecuada a sus necesidades de supervivencia.
En los períodos interglaciares, al ascender la temperatura, las masas de hielo se fundían en parte y aumentaban las lluvias, elevándose el nivel de las aguas marinas. Entonces volvían a producirse cambios en la configuración de las costas, en la flora y fauna. Hacia el año 10 mil terminó la última glaciación. Los hielos fueron retrocediendo hasta quedar reducidos a su situación actual en el casquete polar y la temperatura en el resto del planeta ascendió.

La evolución del ser humano





La Era de los mamíferos
Se calcula que hace 180 millones de años, cuando aún dominaban los reptiles el planeta, aparecieron los primeros mamíferos sobre la Tierra. La multitud de especies de mamíferos que comenzaron a desarrollarse a partir de entonces eran muy diferentes a las que actualmente conocemos y muchas de ellas han desaparecido por completo.
Las cerca de 5 mil especies de mamíferos conocidos en la actualidad se agrupan en órdenes, como son: cetáceos, carnívoros, marsupiales, roedores, desdentados, entre otros. De los distintos órdenes, los seres humanos, así como sus ancestros más lejanos, pertenecen al de los primates.
Los primates

Para los paleontólogos, el punto de inicio de la historia de la humanidad empezó con la aparición de los primates, hace unos 65 millones de años. Los primeros de ellos eran unos pequeños seres que empezaron a vivir en los árboles en lugar de permanecer en el suelo, como la mayoría de los mamíferos. Entre las especies que pertenecen a los primates están, además del ser humano, los simios, monos y musarañas. Durante su desarrollo evolutivo, estos primates se hicieron de ciertos rasgos especiales: buena visión, manos con las que se pueden sujetar firmemente objetos y un cerebro relativamente grande.

Por pertenecer a la misma familia, las diferentes especies de primates, en especial monos y simios, guardan similitud con el ser humano. Según algunos estudiosos, el último ancestro común entre el ser humano y el chimpancé, nuestro primo más cercano, existió hace 6 ó 7 millones de años. Después de esta separación apareció el primer homínido, el llamado Australopithecus, que posteriormente dio lugar al Homo habilis, el primer especímen del género Homo, al que pertenecemos los seres humanos modernos.




Los cambios en la biología de los primates que desembocaron en los primeros homínidos se dieron en África: en el Este y en el Sur. El cañon de Olduvai, en Tanzania, el noreste de Africa, es uno de los lugares donde se han encontrado los fósiles más antiguos que aportan datos sobre la historia evolutiva del ser humano.
¿Cómo era la vida?





La lucha por la supervivencia fue, en los tiempos paleolíticos, una lucha del ser humano con el medio natural y con sus competidores de otras especies animales. Como la vida era muy dura, sólo una minoría de seres humanos cumpliría los 40 años de vida y los que llegaran a esa edad seguramente tendrían una vejez difícil, aquejados de dolores de artritis, reumatismo, escorbuto, y amenazados de muerte con cada hueso roto o muela infectada.
La supervivencia de la humanidad durante el Paleolítico se logró en gran medida a la vida comunitaria, su ingenio, sus descubrimientos técnicos y la capacidad social que desarrolló para comunicar y guardar la memoria de su cultura.

La alimentación del hombre prehistórico dependía básicamente de la recolección de plantas, tubérculos y otros vegetales, así como de la ingestión de insectos, huevecillos de insectos y animales pequeños. Los primeros seres humanos cazaban presas pequeñas, pero con el desarrollo de la vida comunitaria y la tecnología de caza, el Homo erectus pudo convertirse en un depredador de manadas de animales salvajes o grandes, como el mamut y el bisonte, o de peces una vez que inventó redes. El hombre prehistórico no mantenía una dieta equilibrada y en muchos casos su alimento consistía en carne en estado de semiputrefacción.

Los grupos u hordas de esta época vivieron generalmente en cuevas que los protegían del frío y la humedad. Estos lugares también servían como lugar de enterramiento y de cultos y ritos. La aparición del arte rupestre convierte a la cueva en un santuario, que la convierte en el centro del universo familiar. Las cuevas tenían áreas de actividades bien definidas: lugar para encender la hoguera, talleres para el trabajo de piedra, hueso, madera, etc., áreas sagradas para las ceremonias, el culto y la magia, piletas naturales para el agua. En el exterior, había zonas para trabajar y secar pieles, áreas de descuartizamiento, fuegos de protección nocturna y chozas de estación cálida.

Los arqueólogos también han encontrado restos de cabañas que se usaban como vivienda. Hubo de varios tipos, construidas con diversos materiales: huesos, pieles, paja, etc. Los grupos humanos generalmente se asentaban en ciertos lugares donde abundaba la comida, como zonas fértiles y donde vivían los animales de gran tamaño. Algunos de estos asentamientos fueron ocupados durante miles y miles de años.




En esta etapa comenzó una diferenciación de labores entre hombres y mujeres. Como las crías humanas necesitan los cuidados maternos hasta mucho después del nacimiento, las madres humanas estaban mucho más atadas que las de las mayoría de los primates, y los padres cargaron con la tarea de obtener el alimento cazando animales, una actividad prolongada y ardua que no realizaban las hembras porque tenían que cuidar a las crías.


Tecnología y arte






Desde los remotos orígenes humanos se da una larga y compleja lucha por la subsistencia, en la que el ser humano, muy lentamente, desarrolla una tecnología básica en su intento por dominar el medio en el que habita. La cultura del Paleolítico es, en cierto modo, una respuesta que el hombre da a las condiciones naturales, usando su inteligencia y voluntad.

Los avances tecnológicos que desarrolló el ser humano durante el Paleolítico fueron la respuesta a necesidades de supervivencia específicas, como cazar, cortar la carne de las presas, desenterrar raíces para comer, protegerse del ataque de animales, guarecerse del clima frío, calentar la comida o la vivienda, etcétera. Estos adelantos fueron de la mano de la experimentación y puesta en práctica de nuevas técnicas de transformación de la materia prima.

Generalmente se piensa que la única tecnología del hombre del paleolítico era la de la piedra y el hueso. Sin embargo, cada vez se encuentran más vestigios arqueológicos que demuestran que los hombres primitivos también utilizaron otras materias primas como sílex, madera, pieles, fibras vegetales, conchas, dientes y astas de animales. Dentro de esta variedad de materiales, los que tuvieron mayor importancia fueron los que servían para fabricar instrumentos cortantes y punzantes.

Los utensilios de piedra






Los estudiosos de la prehistoria creen que los primeros utensilios fabricados por el ser humano fueron trozos de madera, hueso o piedra, toscamente afilados o acomodados a la mano, rompiéndolos o astillándolos. Los instrumentos fabricados en madera han desaparecido, por eso los arqueólogos se valen de los útiles de piedra para establecer el desarrollo cultural de los hombres del Paleolítico.

La piedra tuvo un uso esencial en la vida diaria de los primeros seres humanos. Por eso se le llama Edad de Piedra a todo un periodo en que se usó ese material para la fabricación de utensilios que sirvieron a muchos propósitos. Los primeros instrumentos de piedra, tan simples, marcan el inicio de un complejo proceso de desarrollo técnico que culminará en la especialización de instrumentos adecuados a diversas funciones y necesidades.

El ser humano del Paleolítico aprendió por experiencia que las piedras eran adecuadas para fabricar instrumentos y la manera de tallarlas. Mientras fabricaban estas herramientas, las comunidades primitivas tuvieron que encontrar la manera de transmitir sus conocimientos acerca de cuáles eran las mejores piedras, dónde podían hallarlas y cómo debían trabajarlas.
La técnica básica de trabajo de la piedra fue la talla por percusión, es decir, se golpeaba una roca para tallarla o extraer fragmentos de ella. También se recurrió a talla por presión, que se realizaba utilizando un instrumento con el que se presionaba sobre la piedra, obteniendo así láminas.

El Homo habilis fue el primero en trabajar la piedra, movido por la necesidad de elaborar instrumentos de caza: piedras para arrojar, hondas y piedras con bordes cortantes para descuartizar las presas. Asimismo, el Homo erectus, que vivía como cazador y recolector en las estepas y en la selva, usaba también útiles de piedra que le servían para desenterrar raíces y para cazar y cortar la carne.

Con el paso de los milenios, el Homo erectus aprendió a distinguir los diferentes tipos de piedras y prefirió las que le servían para fabricar instrumentos, como cuarzo, pedernal, jaspe, obsidiana y diversos cristales. Estos minerales se pueden fraccionar con facilidad, son relativamente duros y se distinguen por tener bordes cortantes de lascado.

¿Qué fue la revolución neolítica?



Hace unos 8 mil años se inició la revolución neolítica, que implicó el primer periodo de cambios radicales en la historia de la civilización humana. La agricultura, la domesticación de animales, la invención de la alfarería y la industria textil, la aparición de tecnología compleja, la sofisticación de las creencias mágico-religiosas y otros adelantos en el desarrollo de las comunidades humanas sucedieron durante esta época. Si quieres conocer algunos de los aspectos más importantes de la revolución neolítica visita las distintas opciones del menú que te presentamos a continuación.



¿Cómo era la vida?

Los historiadores dividen temporalmente la vida de la humanidad en dos grandes etapas conocidas como Prehistoria e Historia. La primera empieza con la aparición de los primeros homínidos sobre la faz de la Tierra (hace unos 4 millones de años) y esta etapa se divide en dos periodos: Paleolítico y Neolítico. La Historia comienza cuando el ser humano inventa la escritura (3 500 antes de nuestra Era) y continúa hasta la actualidad.

¿Cuándo y dónde?

El periodo neolítico abarcó aproximadamente desde el año 6 mil hasta el año 3 mil antes de nuestra era.
La revolución neolítica abarcó toda la región que se extiende desde el valle del Nilo y el Mediterráneo oriental, incluyendo Siria e Irak, hasta la meseta irania y el valle del Indo. También incluyó cadenas de poblaciones campesinas florecientes en las llanuras boscosas del norte de Europa. En esta extensa región había una gran variedad de culturas, como ocurre todavía ahora.


Civilización neolítica

El término “civilización neolítica” es ambigüo porque puede aplicarse a una enorme variedad de grupos culturales, todos ellos situados, más o menos, en el mismo nivel económico. Sin embargo, aunque hay rasgos comunes a la mayoría de las sociedades neolíticas (como la alfarería y la industria textil) no existió algo que pudiéramos llamar la civilización neolítica.
Varios grupos humanos, de composición racial diferente, viviendo en condiciones diversas de clima y de suelo, adoptaron las mismas ideas básicas y las adaptaron en forma diferente a sus distintos medios.


Cambios climáticos

En la época en la cual se manifiesta la revolución neolítica, cuando la agricultura se hace perceptible por primera vez, el norte de África y el Cercano Oriente gozaban de una época de lluvias y crecían árboles en regiones ahora desprovistas de ellos. Al mismo tiempo, en Europa, los bosques habían sustituído a las tundras y a las estepas de la Edad de Hielo.

Durante el período neolítico ocurrió una crisis climática. Las tormentas que humedecían el norte de África y Arabia se desviaron hacia Europa. En su lugar se inició la desecación en esas zonas

Piedra pulimentada
El término Neolítico significa “piedra nueva”, con lo cual se hace referencia a la nueva técnica que se utilizó en este periodo: pulir la piedra para obtener mayor filo de ella. La piedra pulimentada produjo mejores utensilios que aquellos de las piedras labradas toscamente del Paleolítico. Además, este tratamiento a la piedra hizo más eficiente el uso de flechas y otras armas que utilizaron los seres humanos del Neolítico.

Agricultura





En el transcurso del inmenso período del Paleolítico, los únicos métodos practicados por el ser humano para asegurar su subsistencia fueron la recolección y la caza. Pero apenas terminada la Edad de Hielo, la actitud de algunas comunidades humanas hacia su medio ambiente sufrió un cambio radical
Durante el periodo neolítico se dio la primera revolución que transformó la economía humana: el control del ser humano sobre su propio abastecimiento de alimentos. Los humanos comenzaron a sembrar, a cultivar y a mejorar por selección algunas hierbas, raíces y arbustos comestibles. También lograron domesticar y criar ciertas especies de animales.
La recolección dio lugar a la agricultura. La experiencia enseñó a las mujeres, que fueron las principales recolectoras, la conveniencia de arrojar algunos granos al suelo para que allí se reproduzcan. Después se descubrió la utilidad de arrancar o cortar las demás plantas y de depositar los granos en la tierra. Durante mucho tiempo, el agricultor contó únicamente con la estaca y la azada como instrumentos de apoyo tecnológico.
Los primeros cultivos fueron de cereales: el trigo, la cebada y el centeno en Europa, el mijo en África, el arroz en la India y China. El trigo y la cebada, dos formas domesticadas de hierbas silvestres, fueron los dos cultivos que fueron el fundamento de la economía durante el neolítico. Estos dos cereales constituyen un alimento nutritivo, se les puede almacenar con facilidad, su rendimiento es relativamente elevado, y se les cultiva con cierta facilidad.

Además, durante los lapsos de siembra y cosecha, el cultivador de grano puede dedicarse a otras ocupaciones.
Sin embargo, no debe confundirse la adopción de la agricultura con la adopción de una vida sedentaria. Además, la producción de alimentos tampoco desalojó completamente a la recolección de alimentos

Domesticación de animales




Los cazadores de los tiempos prehistóricos, estuvieron acostumbrados a acercarse a algunos cachorros de los animales salvajes, con propósitos rituales o por simple diversión. Desde la prehistoria, el hombre ha permitido al perro frecuentar su vivienda, recompensándolo con los desperdicios de su cacería y con los desechos de sus comidas.

En las condiciones de desecación climática del Neolítico, el agricultor tuvo oportunidad de agregar a su familia no sólo cachorros aislados, sino los restos de rebaños o manadas completas, comprendiendo animales de ambos sexos y todas las edades. Se dio cuenta entonces de la ventaja de tener un grupo de estos animales rondando en las cercanías de su vivienda, como una reserva de caza que podía usar con facilidad. De este modo, el ser humano conoció los beneficios de la domesticación de ciertos animales.
En adelante, debió imponerse restricciones y discriminaciones en el empleo de esta reserva de carne. Tuvo que abstenerse de espantar innecesariamente a las bestias o de sacrificar a las más tiernas. Pero también debió aprovechar las nuevas oportunidades para estudiar la vida de las bestias en forma más estrecha. Así aprendió los procesos de reproducción de los animales y sus necesidades de comida y de bebida.

En un principio las bestias mansas o domesticadas únicamente eran consideradas como una fuente potencial de abastecimiento de carne, como una caza fácilmente accesible. Más tarde se descubrieron otras maneras de servirse de ellas. Por ejemplo: el estiércol como fertilizante, el pelo de ovejas y cabras como lana, su uso para tiro y carga.
La cría de ganado dio al hombre control sobre su propio abastecimiento alimenticio, tal como lo hizo también la agricultura. Los varios modelos diferentes de cultivo se combinaron, en diversos grados, con distintas actitudes hacia la cría de ganado.

Los primeros animales domesticados no eran muy variados: perros, ganado vacuno, ovejas, cabras y cerdos. Más tarde se domesticó la gallina.

Aumento de la población

Solamente después de la revolución neolítica fue cuando nuestra especie comenzó realmente a multiplicarse con toda rapidez. La introducción de una economía productora de alimentos afectó, como una revolución, a las vidas de todos los involucrados en ella lo bastante para reflejarse en la curva de la población.
Para incrementar la provisión de alimentos, sólo fue necesario sembrar más semillas, cultivando mayor extensión de tierras. Con más bocas para alimentar, también vinieron más brazos para trabajar los campos. Los niños se hicieron económicamente útiles porque podían ayudar a deshierbar los campos, y a espantar los pájaros u otros animales destructores. Además podían cuidar a las ovejas y vacas.
Prácticamente en todos los más antiguos poblados productores de alimentos de los examinados por los arqueólogos en Europa, el Cercano Oriente y el norte de África, la industria básica era la agricultura mixta; además del cultivo de cereales, criaban animales para emplearlos como alimento.

Excedente de producción

La producción de alimentos, aún en su forma más simple, proporcionó una oportunidad para la acumulación de un sobrante. El rendimiento de los cultivos y de los rebaños pronto superó las necesidades inmediatas de la población. Así se inició el almacenamiento de grano y el conservación del ganado.

El sobrante ayudará a las comunidades a superar las dificultades en las malas épocas, formando una reserva para los periodos de sequía y de pérdida de cosechas. Servirá como apoyo para el crecimiento de la población. Finalmente, puede constituir una base para el comercio rudimentario que se dará más adelante.



Alfarería e industria textil





Una característica de las comunidades neolíticas fue la fabricación de ollas de arcilla. Esta nueva industria tuvo importancia para el pensamiento humano y para el comienzo de la ciencia. La fabricación de objetos de alfarería es, tal vez, la primera utilización consciente de una transformación química. Su realización, aún en su forma más simple, implicaba la apreciación de varios procesos distintos y la aplicación de todo un conjunto de descubrimientos.

A su vez, el arte de la alfarería era el ejemplo supremo de creación por parte del ser humano, lo cual provocó una serie de postulados de tipo filosófico. ¿cómo puede producirse una forma donde ésta no existe?
Por otro lado, las vasijas permitieron almacenar alimentos y hacer viajes más largos con provisiones de comida y bebida.
Entre las ruinas de las poblaciones neolíticas primitivas de Egipto y del Cercano Oriente se encontraron los primeros indicios de la industria textil.

Prendas de vestir fabricadas con tejidos de lino, y después de lana, empiezan a competir con los vestidos de piel o las faldas de hojas, en la protección contra el frío y el sol. Para que esto fuera posible, se necesitó otra serie de descubrimientos e invenciones y debió aplicarse en la práctica un conjunto de conocimientos científicos.
La industria textil no sólo requirió el conocimiento de materiales especiales, como el lino, el algodón y la lana, sino también la cría de determinados animales y el cultivo de plantas específicas. Desde el periódo neolítico se inventó uno de los grandes triunfos del ingenio humano: el telar, una pieza de maquinaria muy complicada y fundamental para tejer.

Tecnología y metalurgia



Entre los años 6 mil y 3 mil antes de nuestra era, el ser humano aprendió a aprovechar la fuerza del toro y la del viento, invento el arado, la cerámica, el telar, los textiles, el horno rudimentario, la cestería, el molino de grano, el carro de ruedas y el bote de vela; descubrió los procesos químicos necesarios para usar los minerales de cobre y las propiedades físicas de los metales, empezó a elaborar un calendario solar preciso.
Hacia el final del Neolítico, el ser humano desarrolló una tecnología más compleja y aprendió a fabricar instrumentos con materiales más resistentes, como los metales. Alrededor del año 6 mil a. de N. E., el ser humano usaba metales como el oro y el cobre, para hacer adornos. Hacia el año 4 mil se descubrió el cobre aplicado en otro tipo de objetos, como cuchillos, flechas y agujas. El cobre ofrecía grandes ventajas porque era moldeable, duradero y se le podía sacar filo. Asimismo, era posible fundirlo e introducirlo en moldes para producir armas y herramientas.
El bronce, aleación de cobre y estaño, comenzó a utilizarse alrededor del año 3 500 a. de N.E. El uso del hierro se inició cerca del año 1400 a. de N. E.

Autosuficiencia e intercambio cultural y económico
La comunidad neolítica producía y recogía todo el alimento que necesitaba, era autosuficiente. Pero los poblados no se encontraban necesariamente aislados.
El mundo neolítico se formaba de una cadena continua de comunidades. Cada una de ellas estaba enlazada a todos sus vecinos por contactos recurrentes, así fueran poco frecuentes e irregulares.
El escaso intercambio que hubo entre las comunidades neolíticas fue de vital importancia para el progreso humano. A través del intercambio las ideas de una sociedad pudieron llegar a otras, se pudieron comparar los materiales extranjeros y se pudo difundir la cultura.

Creencias mágico-religiosas y astronomía

Parece que los enterramientos, cuyo origen se remonta a la edad paleolítica, debe haber adquirido una significación más profunda en la edad neolítica. En general, los muertos eran sepultados cuidadosamente en tumbas edificadas o excavadas, ya se agrupadas en cementerios próximos a los poblados o cavadas cerca de las casas individuales.
Esta práctica denota una actitud hacia los espíritus de los muertos. La tierra donde reposan los antepasados se consideraba como el suelo del cual debía brotar cada año, mágicamente, el sustento alimenticio de la comunidad. Los espíritus de los antepasados se consideraban como cooperadores en la germinación de las plantas cultivadas.
En el periodo neolítico cobró capital importancia el culto a la fertilidad. En varios poblados de esa época se han encontrado figurillas modeladas en arcilla conocidas como “diosas de la fecundidad”. Estas se enterraban en los campos de cultivo para propiciar las buenas cosechas.
Las creencias sobrenaturales se modifican al pasar los pueblos de recolectores a agricultores y ganaderos. Se adoran fuerzas naturales relacionadas con el cultivo de la tierra, como son las plantas, la lluvia, el sol y las estrellas. En el culto hay sacrificios humanos verdaderos o figurados, que simbolizan en muchas ocasiones la muerte (siembra) del grano y su resurrección (la planta que nace de la semilla).
La revolución tecnológica se dio en forma paralela a una búsqueda del conocimiento de la Naturaleza, lo que condujo al nacimiento de las primeras ciencias. Una de ellas fue la astronomía, indispensable para determinar las estaciones y los ciclos agrícolas; otra fue la matemática, necesaria para contabilizar la producción.

Los pueblos agricultores elaboraron calendarios, para conocer las épocas propicias a la preparación de los campos. Por ello tienen que hacerse astrónomos.
                                              
Transformaciones sociales

A lo largo de los siglos, con el proceso de transformación de la sociedad recolectora en productora las comunidades se vuelven fundamentalmente sedentarias y se produce una mayor división del trabajo entre los seres humanos.

La organización familiar se transforma profundamente. En el Neolítico predomina la tribu, constituía por varios “clanes” o “gens”, que son o se consideran descendientes de una misma madre, lo que revela una posición muy fuerte de la mujer.
Paulatinamente, los clanes de las aldeas fueron especializándose en diferentes áreas de la producción: algunos se dedicaron a la agricultura, otros al pastoreo y otros a la cerámica o a los textiles. Al intercambio que se dio entre los distintos clanes para abastecerse de diferentes productos se le llama trueque y se le considera como el primer intercambio comercial.
Al adquirir gran importancia la ganadería y también la agricultura que aprovecha el trabajo de animales, empieza el predominio del hombre. Hacia finales del Neolítico, la introducción de la esclavitud, relacionada con la guerra, actividad varonil, fortaleció también la posición del hombre en la sociedad. Para entonces, se considera de preferencia la descendencia la línea paterna, o sea, los hijos permanecen en el clan del padre y éste llega a ser el jefe de la familia. Así, a parece el “patriarcado”.



Hacia una revolución urbana




A partir de la revolución neolítica, las invenciones trascendentales parecen haberse sucedido con gran rapidez, comparado con el ritmo lento del milenio anterior. De este modo, se encontró en el camino del desarrollo de la vida urbana, la cual requiere de la escritura, del procedimiento de computar y de patrones fijos de medidas, como instrumentos de una nueva manera de transmitir el conocimiento y de ciencias exactas.
Edad antigua



La Edad Antigua es la época histórica que coincide con el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones o civilizaciones antiguas.
El concepto más tradicional de historia antigua presta atención al descubrimiento de la escritura, que convencionalmente la historiografía ha considerado el hito que permite marcar el final de la Prehistoria y el comienzo de la Historia, dada la primacía que otorga a las fuentes escritas frente a la cultura material, que estudia con su propio método la arqueología. Otras orientaciones procuran atender al sistema social o el nivel técnico. Recientemente, los estudios de genética de poblaciones basados en distintas técnicas de análisis comparativo de ADN y los estudios de antropología lingüística están llegando a reconstruir de un modo cada vez más preciso las migraciones antiguas y su herencia en las poblaciones actuales.
Sea cual fuere el criterio empleado, coincide que en tiempo y lugar unos y otros procesos cristalizaron en el inicio de la vida urbana (ciudades muy superiores en tamaño y diferentes en función a las aldeas neolíticas), la aparición del poder político (palacios, reyes), de las religiones organizadas (templos, sacerdotes), una compleja estratificación social, esfuerzos colectivos de gran envergadura que exigen prestaciones de trabajo obligatorio e impuestos, y el comercio de larga distancia (todo lo que se ha venido en llamar «revolución urbana»); nivel de desarrollo social que por primera vez se alcanzó en la Sumeria del IV milenio a. C., espacio propicio para la constitución de las primeras ciudades-estado competitivas a partir del sustrato neolítico que llevaba ya cuatro milenios desarrollándose en el «Creciente fértil». A partir de ellas, y de sucesivos contactos (tanto pacíficos como invasiones) de pueblos vecinos (culturas sedentario-agrícolas o nómada-ganaderas que se nombran tradicionalmente con términos de validez cuestionada, más propios de familias lingüísticas que de razas humanas: semitas, camitas, indoeuropeos, etc.), se fueron conformando los primeros estados de gran extensión territorial, hasta alcanzar el tamaño de imperios multinacionales.
Procesos similares tuvieron lugar en diversos momentos según el área geográfica (sucesivamente Mesopotamia, el valle del Nilo, el subcontinente indio, China, la cuenca del Mediterráneo, la América precolombina y el resto de Europa, Asia y África); en algunas zonas especialmente aisladas, algunos pueblos cazadores-recolectores actuales aún no habrían abandonado la prehistoria mientras que otros entraron violentamente en la edad moderna o contemporánea de la mano de las colonizaciones del siglo XVI al XIX.
Los pueblos cronológicamente contemporáneos a la Historia escrita del Mediterráneo Oriental pueden ser objeto de la Protohistoria, pues las fuentes escritas por romanos, griegos, fenicios, hebreos o egipcios, además de las fuentes arqueológicas, permiten hacerlo.
La Antigüedad clásica se localiza en el momento de plenitud de la civilización grecorromana (siglo V a. C. al II d. C.) o en sentido amplio, en toda su duración (siglo VIII a. C. al V d. C.). Se caracterizó por la definición de innovadores conceptos sociopolíticos: los de ciudadanía y de libertad personal, no para todos, sino para una minoría sostenida por el trabajo esclavo; a diferencia de los imperios fluviales del antiguo Egipto, Babilonia, India o China, para los que se definió la imprecisa categoría de «modo de producción asiática», caracterizadas por la existencia de un poder omnímodo en la cúspide del imperio y el pago de tributos por las comunidades campesinas sujetas a él, pero de condición social libre (pues aunque exista la esclavitud, no representa la fuerza de trabajo principal).
El final de la Edad Antigua en la civilización occidental coincide con la caída del Imperio romano de Occidente (en el año 476; el Imperio romano de Oriente sobrevivió toda la Edad Media hasta 1453 como Imperio bizantino), aunque tal discontinuidad no se observa en otras civilizaciones. Por tanto, las divisiones posteriores (Edad Media y Edad Moderna) pueden considerarse válidos sólo para aquélla; mientras que la mayor parte de Asia y África, y con mucha más claridad América, son objeto en su historia de una periodización propia.
Algunos autores culturalistas hacen llegar la Antigüedad tardía europea hasta los siglos VI y VII, mientras que, la escuela "mutacionista" francesa la extiende hasta algún momento entre los siglos IX y XI. Distintas interpretaciones de la historia ponen el acento en cuestiones económicas (transición del modo de producción esclavista al modo de producción feudal, desde la crisis del siglo III); políticas (desaparición del imperio e instalación de los reinos germánicos desde el siglo V); o ideológicas, religiosas (sustitución del paganismo politeísta por los monoteísmos teocéntricos: el cristianismo —siglo IV— y posteriormente el islam —siglo VII—), filosóficas (filosofía antigua por la medieval) y artísticas (evolución desde el arte antiguo —clásico— hacia el arte medieval —paleocristiano y prerrománico—).
Las civilizaciones de la Antigüedad son agrupadas geográficamente por la historiografía y la arqueología en zonas en que distintos pueblos y culturas estuvieron especialmente vinculados entre sí; aunque las áreas de influencia de cada una de ellas llegaron en muchas ocasiones a interpenetrarse e ir mucho más lejos, formando imperios de dimensiones multicontinentales (el Imperio persa, el de Alejandro Magno y el Imperio romano), talasocracias (‘gobierno de los mares’) o rutas comerciales y de intercambio de productos e ideas a larga distancia; aunque siempre limitadas por el relativo aislamiento entre ellas (obstáculos de los desiertos y océanos), que llega a ser radical en algunos casos (entre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo). La navegación antigua, especialmente la naturaleza y extensión de las expediciones que necesariamente tuvieron que realizar las culturas primitivas de Polinesia (al menos hasta la Isla de Pascua), es un asunto aún polémico. En algunas ocasiones se ha recurrido a la arqueología experimental para probar la posibilidad de contactos con América desde el Pacífico. Otros conceptos de aplicación discutida son la prioridad del difusionismo o del desarrollo endógeno para determinados fenómenos culturales (agricultura, metalurgia, escritura, alfabeto, moneda, etc.) y la aplicación del evolucionismo en contextos arqueológicos y antropológicos.





EDAD MEDIA

Edad Media



Artículo destacado
La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años.
Actualmente los historiadores del periodo prefieren matizar esta ruptura entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social, para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por las teocéntricas culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio).
Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (siglo V a siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (siglo XI al siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la Edad Media o del siglo XIV.
Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa, el concepto de Edad Media nació como la segunda edad de la división tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal Cellarius (Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688), quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de este esquema, según historiadores medievalistas como Le Goff o Eco, ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.
Sin embargo, en este largo periodo de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán el capitalismo. Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores (Repoblación en la Península Ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos) encarnando la metáfora espiritual de la vida como un viaje (homo viator).
También surgieron en la Edad Media formas políticas nuevas, que van desde el califato islámico a los poderes universales de la cristiandad latina (Pontificado e Imperio) o el Imperio bizantino y los reinos eslavos integrados en la cristiandad oriental (aculturación y evangelización de Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo tipo de ciudades estado, desde las pequeñas ciudades episcopales alemanas hasta repúblicas que mantuvieron imperios marítimos como Venecia; dejando en la mitad de la escala a la que tuvo mayor proyección futura: las monarquías feudales, que transformadas en monarquías autoritarias prefiguran el estado moderno.
De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha venido en llamar modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos intelectuales con la misma crisis de la escolástica. Ninguno de ellos sería entendible sin el propio feudalismo, se entienda éste como modo de producción (basado en las relaciones sociales de producción en torno a la tierra del feudo) o como sistema político (basado en las relaciones personales de poder en torno a la institución del vasallaje), según las distintas interpretaciones historiográficas.
El choque de civilizaciones entre Cristiandad e Islam, manifestado en la ruptura de la unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según Henri Pirenne, en su clásico Mahoma y Carlomagno ), la Reconquista española y las Cruzadas; tuvo también su parte de fértil intercambio cultural (escuela de Traductores de Toledo, Escuela Médica Salernitana) que amplió los horizontes intelectuales de Europa, hasta entonces limitada a los restos de la cultura clásica salvados por el monacato altomedieval y adaptados al cristianismo.
La Edad Media realizó una curiosa combinación entre la diversidad y la unidad. La diversidad fue el nacimiento de las incipientes naciones... La unidad, o una determinada unidad, procedía de la religión cristiana, que se impuso en todas partes... esta religión reconocía la distinción entre clérigos y laicos, de manera que se puede decir que... señaló el nacimiento de una sociedad laica. ... Todo esto significa que la Edad Media fue el período en que apareció y se construyó Europa.
Esa misma Europa Occidental produjo una impresionante sucesión de estilos artísticos (prerrománico, románico y gótico), que en las zonas fronterizas se mestizaron también con el arte islámico (mudéjar, arte andalusí, arte árabe-normando) o con el arte bizantino.

Arte medieval



La ciencia medieval no respondía a una metodología moderna, pero tampoco lo había hecho la de los autores clásicos, que se ocuparon de la naturaleza desde su propia perspectiva; y en ambas edades sin conexión con el mundo de las técnicas, que estaba relegado al trabajo manual de artesanos y campesinos, responsables de un lento pero constante progreso en las herramientas y procesos productivos. La diferenciación entre oficios viles y mecánicos y profesiones liberales vinculadas al estudio intelectual convivió con una teórica puesta en valor espiritual del trabajo en el entorno de los monasterios benedictinos, cuestión que no pasó de ser un ejercicio piadoso, sobrepasado por la mucho más trascendente valoración de la pobreza, determinada por la estructura económica y social y que se expresó en el pensamiento económico medieval.

 Medievalismo



Medievalismo es tanto la cualidad o carácter de medieval, como el interés por la época y los temas medievales y su estudio; y medievalista el especialista en estas materias. El descrédito de la Edad Media fue una constante durante la Edad Moderna, en la que Humanismo, Renacimiento, Racionalismo, Clasicismo e Ilustración se afirman como reacciones contra ella, o más bien contra lo que entienden que significaba, o contra los rasgos de su propio presente que intentan descalificar como pervivencias medievales. No obstante desde fines del siglo XVI se producen interesantes recopilaciones de fuentes documentales medievales que buscan un método crítico para la ciencia histórica. El Romanticismo y el Nacionalismo del siglo XIX revalorizaron la Edad Media como parte de su programa estético y como reacción anti-académica (poesía y drama románticos, novela histórica, nacionalismo musical, ópera), además de como única posibilidad de encontrar base histórica a las emergentes naciones (pintura de historia, arquitectura historicista, sobre todo el neogótico -labor restauradora y recreadora de Eugène Viollet-le-Duc- y el neomudéjar). Los abusos románticos de la ambientación medieval (exotismo), produjeron ya a mediados del siglo XIX la reacción del realismo. Otro tipo de abusos son los que dan lugar a una abundante literatura pseudohistórica que llega hasta el presente, y que ha encontrado la fórmula del éxito mediático entremezclando temas esotéricos sacados de partes más o menos oscuras de la Edad Media (Archivo Secreto Vaticano, templarios, rosacruces, masones y el mismísimo Santo Grial). Algunos de ellos se vincularon al nazismo, como el alemán Otto Rahn. Por otro lado, hay abundancia de otros tipos de producciones artísticas de ficción de diversa calidad y orientación inspiradas en la Edad Media (literatura, cine, cómic). También se han desarrollado en el siglo XX otros movimientos medievalistas: un medievalismo historiográfico serio, centrado en la renovación metodológica (fundamentalmente por la incorporación de la perspectiva económica y social aportada por el materialismo histórico y la Escuela de los Annales) y un medievalismo popular (espectáculos medievales, más o menos genuinos, como actualización del pasado en el que la comunidad se identifica, lo que se ha venido en llamar memoria histórica).

El inicio de la Edad Media



Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de las cuales la más extendida es la del año 476, lo cierto es que no podemos ubicar el inicio de una manera tan exacta ya que la Edad Media no nace, sino que "se hace" a consecuencia de todo un largo y lento proceso que se extiende por espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes a todos los niveles de una forma muy profunda que incluso repercutirán hasta nuestros días. Podemos considerar que ese proceso empieza con la crisis del siglo III, vinculada a los problemas de reproducción inherentes al modo de producción esclavista, que necesitaba una expansión imperial continua que ya no se producía tras la fijación del limes romano. Posiblemente también confluyeran factores climáticos para la sucesión de malas cosechas y epidemias; y de un modo mucho más evidente las primeras invasiones germánicas y sublevaciones campesinas (bagaudas), en un periodo en que se suceden muchos breves y trágicos mandatos imperiales. Desde Caracalla la ciudadanía romana estaba extendida a todos los hombres libres del Imperio, muestra de que tal condición, antes tan codiciada, había dejado de ser atractiva. El Bajo Imperio adquiere un aspecto cada vez más medieval desde principios del siglo IV con las reformas de Diocleciano: difuminación de las diferencias entre los esclavos, cada vez más escasos, y los colonos, campesinos libres, pero sujetos a condiciones cada vez mayores de servidumbre, que pierden la libertad de cambiar de domicilio, teniendo que trabajar siempre la misma tierra; herencia obligatoria de cargos públicos -antes disputados en reñidas elecciones- y oficios artesanales, sometidos a colegiación -precedente de los gremios-, todo para evitar la evasión fiscal y la despoblación de las ciudades, cuyo papel de centro de consumo y de comercio y de articulación de las zonas rurales cada vez es menos importante. Al menos, las reformas consiguen mantener el edificio institucional romano, aunque no sin intensificar la ruralización y aristocratización (pasos claros hacia el feudalismo), sobre todo en Occidente, que queda desvinculado de Oriente con la partición del Imperio. Otro cambio decisivo fue la implantación del cristianismo como nueva religión oficial por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I el Grande (380) precedido por el Edicto de Milán (313) con el que Constantino I el Grande recompensó a los hasta entonces subversivos por su providencialista ayuda en la Batalla del Puente Milvio (312), junto con otras presuntas cesiones más temporales cuya fraudulenta reclamación (Pseudo-donación de Constantino) fue una constante de los Estados Pontificios durante toda la Edad Media, incluso tras la evidencia de su refutación por el humanista Lorenzo Valla (1440).
Ningún evento concreto -a pesar de la abundancia y concatenación de hechos catastróficos- determinó por sí mismo el fin de la Edad Antigua y el inicio de la Edad Media: ni los sucesivos saqueos de Roma (por los godos de Alarico I en el 410, por los vándalos en el 455, por las propias tropas imperiales de Ricimero en 472, por los ostrogodos en 546), ni la pavorosa irrupción de los hunos de Atila (450-452, con la Batalla de los Campos Cataláunicos y la extraña entrevista con el papa León I el Magno), ni el derrocamiento de Rómulo Augústulo (último emperador romano de Occidente, por Odoacro el jefe de los hérulos -476-); fueron sucesos que sus contemporáneos consideraran iniciadores de una nueva época. La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave dislocación económica, las invasiones y el asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 años, la Europa Occidental mantuvo un período de unidad cultural, inusual para este continente, instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse por completo, y el asentamiento del cristianismo. Nunca llegó a olvidarse la herencia clásica grecorromana, y la lengua latina, sometida a transformación (latín medieval), continuó siendo la lengua de cultura en toda Europa occidental, incluso más allá de la Edad Media. El derecho romano y múltiples instituciones continuaron vivas, adaptándose de uno u otro modo. Lo que se operó durante ese amplio periodo de transición (que puede darse por culminado para el año 800, con la coronación de Carlomagno) fue una suerte de fusión con las aportaciones de otras civilizaciones y formaciones sociales, en especial la germánica y la religión cristiana. En los siglos siguientes, aún en la Alta Edad Media, serán otras aportaciones las que se añadan, destacadamente el Islam.

Alta Edad Media (siglos V al X)



Los reinos germanorromanos (siglos V al VIII)

¿Bárbaros?

Los bárbaros se desparraman furiosos... y el azote de la peste no causa menos estragos, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus Profetas. Asoladas las provincias... por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas.
Hidacio, Chronicon (hacia 468).
El texto se refiere concretamente a Hispania y sus provincias, y los bárbaros citados son específicamente los suevos, vándalos y alanos, que en el 406 habían cruzado el limes del Rin (inhabitualmente helado) a la altura de Maguncia y en torno al 409 habían llegado a la Península Ibérica; pero la imagen es equivalente en otros momentos y lugares que el mismo autor narra, del periodo entre 379 y 468.
Los pueblos germánicos procedentes de la Europa del Norte y del Este, se encontraban en un estadio de desarrollo económico, social y cultural obviamente inferior al del Imperio romano, al que ellos mismos percibían admirativamente. A su vez eran percibidos con una mezcla de desprecio, temor y esperanza (retrospectivamente plasmados en el influyente poema Esperando a los bárbaros de Constantino Cavafis), e incluso se les atribuyó un papel justiciero (aunque involuntario) desde un punto de vista providencialista por parte de los autores cristianos romanos (Orosio, Salviano de Marsella y San Agustín de Hipona). La denominación de bárbaros (βάρβαρος) proviene de la onomatopeya bar-bar con la que los griegos se burlaban de los extranjeros no helénicos, y que los romanos -bárbaros ellos mismos, aunque helenizados- utilizaron desde su propia perspectiva. La denominación invasiones bárbaras fue rechazada por los historiadores alemanes del siglo XIX, momento en el que el término barbarie designaba para las nacientes ciencias sociales un estadio de desarrollo cultural inferior a la civilización y superior al salvajismo. Prefirieron acuñar un nuevo término: Völkerwanderung ("Migración de Pueblos"), menos violento que invasiones, al sugerir el desplazamiento completo de un pueblo con sus instituciones y cultura, y más general incluso que invasiones germánicas, al incluir a hunos, eslavos y otros.
Los germanos, que disponían de instituciones políticas peculiares, en concreto la asamblea de guerreros libres (thing) y la figura del rey, recibieron la influencia de las tradiciones institucionales del Imperio y la civilización grecorromana, así como la del cristianismo (aunque no siempre del cristianismo católico o atanasiano, sino del arriano); y se fueron adaptando a las circunstancias de su asentamiento en los nuevos territorios, sobre todo a la alternativa entre imponerse como minoría dirigente sobre una mayoría de población local o fusionarse con ella.
Los nuevos reinos germánicos conformaron la personalidad de Europa Occidental durante la Edad Media, evolucionaron en monarquías feudales y monarquías autoritarias, y con el tiempo, dieron origen a los estados-nación que se fueron construyendo en torno a ellas. Socialmente, en algunos de estos países (España o Francia), el origen germánico (godo o franco) pasó a ser un rasgo de honor u orgullo de casta ostentado por la nobleza como distinción sobre el conjunto de la población.